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quinta-feira, 28 março, 2024

Do que trata o socialismo?

Por Jorge Lezcano Pérez*

El Apóstol de la independencia de Cuba, José Martí, nos enseñó que: “(…) A lo que se ha de estar no es a la forma de las cosas, sino a su espíritu. Lo real es lo que importa, no lo aparente. En la política, lo real es lo que no se ve”[1]

Esta enseñanza martiana nos permite entender que el show orquestado por quien tiene como su presidente al señor Trump – derrotado por más de ochenta millones de ciudadanos norteamericanos en las elecciones presidenciales de Estados Unidos – y por el grupito de San Isidro, no tiene nada que ver con el reclamo de tener una posibilidad para dialogar con autoridades cubana de la cultura y de otras instituciones, y mucho menos, con la solicitud para que se ponga en libertad a una persona que ha sido juzgada por cometer un delito para el que la ley prevé una adecuada sanción mediante un proceso que transcurrió con apego total a las normas jurídicas que rigen en el país; sanción que, por cierto, ni siquiera el sancionado utilizó su derecho de apelación.

Para encontrar el propósito real que hay detrás de la tormenta de hojarasca y de la cortina de humo levantada por los que utilizan las redes sociales para difamar, mentir, engañar e inventar falsas historias dirigidas a derrotar gobiernos legítimamente constituidos, negados a ser esclavos de potencias hegemónicas y decididos a construir su propio destino es necesario acudir a la historia como guía certera para mostrarnos que lo que hay de real de esta política que no se ve es el socialismo: el socialismo cubano que quieren destruir y de la nación cubana que quieren anexarse, que en nuestro caso se trata de un intento que dura ya más de dos siglos. Veamos algunos ejemplos.

Después que el presidente estadounidense, Thomas Jefferson, expresara en 1805  al ministro inglés en Washington “que no le disuadiría a Estados Unidos de su empeño en apoderarse de la Florida y de Cuba el riesgo de una guerra con España”[2], James Monroe (1817) impuso la Doctrina que lleva su nombre y John Quincy Adams (1825) creó la Doctrina de la Fruta Madura. Dando continuidad a sus sueños imperiales, otros tres presidentes: James K. Polk (1845), Franklin Pierce (1853), y James Buchanan (1857), todos pertenecientes al Partido Demócrata, propusieron a España la compra de Cuba.

Desde entonces, el obsesivo propósito de adueñarse del territorio cubano se constituyó en una política de estado, compartida por demócratas y republicanos.

Durante el gobierno del presidente republicano, William McKinley  (1897- 1901) se negó siempre a los cubanos sus derechos de beligerantes y se llevó a cabo la ocupación de Cuba. Es historia más reciente que Dwight D. Eisenhower, republicano, en 1960 aprueba el plan de invasión a Cuba, y el presidente John F. Kennedy, demócrata, en1961 la lleva a cabo por las arenas de Playa Girón, y en 1962 establece el bloqueo generalizado. En 1992, el presidente republicano, George Bush, aprueba la Ley Torricelli, y en 1996, el demócrata William Clinton, firma la Ley Helms-Burton. Y ya sabemos que actualmente, todo lo que el gobierno de Estados Unidos hace para infligirle al pueblo cubano el máximo de sufrimiento y para hacer regresar a Cuba al capitalismo neoliberal, está dirigido por el republicano Donald Trump.

Esta empresa anexionista estaba respaldada por la gran prensa de la época, como ocurre hoy con el Miami Herald, la TV y Radio Martí, y otros muchos medios, incluyendo las redes sociales que controlan las transnacionales del imperio.

El diario Creole de Nueva Orleans, declaraba: (…) Hay vigor y poderío en esta sanguínea raza angloamericana. Está destinada a extenderse por el mundo con la enorme fuerza de un huracán. (…) Cuba, por decreto de la Providencia, pertenece a los Estados Unidos y tiene que ser americanizada.[3]

El 3 de enero de 1853, el New Orleans Delta, agregaba que, en el proceso de americanización: (…) Su lenguaje (el de los cubanos) será lo primero en desaparecer, porque el idioma latino bastardo de su nación no podrá resistir apenas por tiempo alguno el poder competitivo del robusto y vigoroso inglés… la absorción del pueblo llegará a ser completa – debiéndose todo – al inevitable dominio de la mente americana sobre una raza inferior.[4]

(…) No es demasiado decir -declaraba la De Bow`s Revieu- en 1854, que si nos apoderamos de Cuba, estaremos en posesión del destino del más rico y más basto comercio que jamás deslumbró a la codicia del hombre. Y con ese comercio, tendremos en nuestras manos el poder del mundo.[5]

A este sucinto análisis histórico debemos agregar el contenido de la teoría que sustenta el golpe blando en marcha para entender mucho mejor los objetivos que se pretenden obtener con las acciones del titulado Movimiento San Isidro y por los que con toda maligna intensión irrespetan la ley y a los funcionarios que tienen la obligación de hacerla cumplir. Para ello nos auxiliaremos en lo expresado por uno de los personajes más poderoso e influyente de la historia contemporánea de Estados Unidos: Allen W. Dulles, primer director civil de la CIA, cargo del que se vio obligado a renunciar pro el fracaso de la invasión a Playa Girón.

De su libro The Craft of Intelligence (El arte de la Inteligencia)[6], donde se expresa la estrategia que se aplicaría contra la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) tan solo citaremos algunos párrafos que no necesitan de comentarios.

(…) Sembrando el caos en la Unión Soviética, sin que sea percibido, sustituiremos sus valores por otros falsos y les obligaremos a creer en ellos. Encontraremos a nuestros aliados y correligionarios en la propia Rusia.

(…) De la literatura y el arte, por ejemplo, haremos desaparecer su carga social. Deshabituaremos a los artistas, les quitaremos las ganas de dedicarse al arte, a la investigación de los procesos que se desarrollan en el interior de la sociedad. La literatura, el cine, y el teatro, deberán reflejar y enaltecer los más bajos sentimientos humanos.

(…) Apoyaremos y encumbraremos por todos los medios a los denominados artistas, que comenzarán a sembrar e inculcar en la conciencia humana el culto del sexo, de la violencia, el sadismo, la traición. En una palabra: cualquier tipo de inmoralidad.

(…) En la dirección del Estado, crearemos el caos y la confusión. De una manera imperceptible, pero activa y constante, propiciaremos el despotismo de los funcionarios, el soborno, la corrupción, la falta de principios. La honradez y la honestidad serán ridiculizadas como innecesarias y convertidas en un vestigio del pasado.

(…) Nuestra principal apuesta será la juventud. La corromperemos, desmoralizaremos y pervertiremos.

(…) El objetivo final de la estrategia a escala planetaria, es derrotar en el terreno de las ideas las alternativas a nuestro dominio, mediante el deslumbramiento y la persuasión, la manipulación del inconsciente, la usurpación del imaginario colectivo y la recolonización de las utopías redentoras y libertarias, para lograr un producto paradójico e inquietante: que las víctimas lleguen a comprender y compartir la lógica de sus verdugos.

Lo único que se puede agregar a esta monstruosa lógica del enemigo es que, si su teoría se parece a lo que está ocurriendo en Cuba, no es pura coincidencia.

Podemos detenernos ahora a analizar algunos de los argumentos que exponen los que reciben dinero del imperio o, los que sin recibirlo, le hacen el juego a estos; y todos ellos al imperio. Comencemos por lo que parece ser una de sus principales banderas de inconformidad: el reclamo al diálogo. Por supuesto que saben que esta es una idea bonita, que promueve apoyo y solidaridad.

Según el Diccionario Aristos, Diálogo es: Plática entre dos o más personas que alternativamente manifiestan sus ideas. En el Diccionario Océano de sinónimos y antónimos diálogo es plática, conversación, coloquio, discusión, conferencia, interlocución, consulta, polémica, altercado, charla, tensión.

Por lo que se deduce  de estas definiciones en ningún momento diálogo es denigrar a las instituciones, desacato a las autoridades encargadas de hacer cumplir la ley, expresiones chabacanas y groseras que atentan contra el desarrollo normal de niños y jóvenes, manifestaciones públicas que ofendan el pudor y la moral de las personas, ultrajar los símbolos patrios; y mucho menos es solidaridad con los terroristas que ponen bombas en instituciones del pueblo, con los que apoyan el bloqueo genocida contra Cuba, y las sanciones del presidente Trump que hacen daño a la familia cubana y entorpecen los esfuerzos del gobierno por cuidar la vida y la salud del pueblo del flagelo que provoca la pandemia de la covid-19.

Quizás para los que pretenden con su imprudente y falsa postura desestabilizar el país, el diálogo solo existe cuando se acepta todo lo que se reclama y propone, o cuando en nombre de la “cultura y la libertad” se tolera impunemente la violación de las leyes o cualquier aberrante manifestación de incultura que se realice en pleno espacio público. También, concediéndole un margen de duda, se puede pensar que están actuando de buena fe al creer que es ahora, y gracias a ellos, que en Cuba se pudiera introducir el procedimiento del diálogo para el entendimiento entre todos y la búsqueda de soluciones a los males que nos aquejan. Aún, si ese fuera el caso, estarían totalmente equivocados, pues el procedimiento del diálogo en Cuba como método de trabajo, forma de encontrar consenso, escuchar y conocer voces discrepantes, saber lo que piensa el otro, de sumar voluntades,  incorporar las ideas de todos, de fortalecimiento de la unidad del pueblo para alcanzar la felicidad de todos los cubanos, se utiliza desde los primeros días del triunfo revolucionario.

Veamos algo de esta historia que ya cumplió 62 años, lo que  haremos utilizando la definición que sobre el concepto diálogo hace el “diccionario revolucionario”

El primero de enero de 1959, el Comandante en Jefe del Ejército Rebelde hace un llamado a los trabajadores a la huelga general para consolidar la victoria contra la tiranía, la respuesta es total, el pueblo sale a la calle a festejar, la gente espontáneamente se abraza, dan vivas a la revolución, a Fidel: nace el diálogo Fidel-pueblo. El día ocho del propio mes, en acto multitudinario con los capitalinos, Fidel pregunta ¿Voy bien Camilo?: forma original y popular de establecer un diálogo. A ésta siguieron muchas otras. El diálogo entre analfabetos y alfabetizadores, campesinos y obreros, alumnos y profesores. Quién puede ignorar el diálogo estratégico, con plena vigencia hoy, consagrado en las “Palabras a los intelectuales”

El método de Fidel de diálogo permanente con las masas, en reunión con miles y a veces con millones de personas tuvo su momento cumbre cuando el 4 de febrero de 1962, en la Asamblea General del Pueblo, reunida en la Plaza de la Revolución José Martí, más de un millón de cubanos aprueban, a propuesta de Fidel, la Segunda Declaración de La Habana.

Estos encuentros se hicieron permanentes, y nadie como el Che para explicar la magia que en estos se producían: “(…) Maestro en ello es Fidel, cuyo particular modo de integración con el pueblo solo puede apreciarse viéndolo actuar. En las grandes concentraciones públicas se observa algo así como al diálogo de dos diapasones cuyas vibraciones provocan otras nuevas en el interlocutor. Fidel y la masa comienzan a vibrar en un diálogo de intensidad creciente hasta alcanzar el clímax en un final abrupto, coronado por nuestro grito de lucha y de victoria”[7]

Los ignorantes, los mercenarios y los del grupito de San Isidro pueden decir que todo esto es historia, que aunque reciente, es historia, lo que es verdad. Pero lo que no quieren entender es que se trata de historia que siembra valores patrióticos, deja profundos sentimientos de cubanía, nos enseña a conocer a desenmascarar a los nuevos anexionista y a fortalecer nuestro espíritu de lucha para mantener a nuestra patria libre, independiente y soberana.

Pero como nuestra Revolución iniciada en 1868 es una sola, continúa hoy construyendo su historia, lo que permite explicar, referido al tema que nos ocupa, la manera en que se manifiesta en estos tiempos el diálogo entre gobierno y el pueblo, entre los ciudadanos y sus instituciones.

Recordemos los parlamentos obreros en los que millones de trabajadores participaron para opinar, discutir y proponer modificaciones al proyecto de ley sobre las inversiones extranjeras y cambios en la economía cubana; las discusiones con el pueblo de los documentos de los congresos del Partido Comunista de Cuba; la participación de los principales dirigentes del Partido y del gobierno en los congresos y reuniones de las organizaciones de masas y estudiantiles; la participación de Fidel, Raúl y Díaz-Canel en congresos y reuniones de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), la Asociación Hermanos Saiz (AHS).

Recordemos también que entre las tantas de sus virtudes, el sistema del Poder Popular prevé la obligación de los delegados de circunscripción propuestos y elegidos directamente por el pueblo, de reunirse sistemáticamente con sus electores, para en diálogo de millones, criticar, denunciar, sugerir, proponer soluciones.

Un último ejemplo, de los tantos que podemos seguir refiriendo, en el que se puede resumir lo que significa dialogar en la Cuba de hoy, es el procedimiento utilizado para aprobar la Constitución de la República de 2019. En la Consulta Popular participaron 8 millones 945 mil 521 personas, hubo 1 millón 706 mil 872 intervenciones, de las que se derivaron 783 mil 174 propuestas. En el Refrendo 6 millones 816 mil 169 ciudadanos votaron a favor y estuvieron en contra 706 mil 400 ciudadanos.

Diálogo más democrático como el que muestra este ejemplo, único en el mundo, no existe. Todos los ciudadanos cubanos tuvieron la posibilidad de opinar, proponer, votar a favor o en contra de la Carta Magna que sustenta jurídicamente el sistema político, económico y social de Cuba y define el carácter socialista de nuestro Estado.

Pero si quisiéramos examinar lo que ocurre en el país en el preciso momento en el que los que siguen el guión intervencionista y anexionista exigen dialogar para no dialogar y ofrecer así pretexto para una agresión a Cuba, tendremos que decir que es de orgullo ciudadano ver, de manera frecuente, como nuestros gobernantes dialogan con nuestros científicos para enfrentar con éxito la pandemia de la covid-19, o para incrementar la producción de alimentos y van a las provincias para encontrarse con la población, escuchar propuestas, insatisfacciones, conocer de los problemas, explicar los planes para continuar desarrollando la economía.

Seguramente ninguno de estos argumentos y racionamientos han de convencer a los que solo quieren ser show y pretextos para el puente de regreso al capitalismo. Es cierto que tienen a su favor para producir la gran cortina de humo con la que pretende esconder sus verdaderos propósitos, por un lado, los disgustos, preocupaciones, insatisfacciones, que existen en la población, que se agravan por la falta de productos que hoy padecemos. De otro, nuestros propios errores, la desidia, insensibilidad, maltrato, falta de exigencia de muchos de los que dirigen las entidades que deben producir o dar servicios al pueblo; la corrupción, el soborno, delito e ilegalidades que a todos nos perjudican.

Está presente también en el inventario de problemas que afectan y disgustan al pueblo el mal del burocratismo que no hemos podido erradicar, el mismo del que Fidel dijo que teníamos que cuidarnos tanto como del imperialismo.

Pero ninguna de estas dificultades ni errores que pueda cometer el gobierno justifica en modo alguno ponerse al servicio de los que quieren destruir la Revolución y, mucho menos, traicionar a la patria.

Si este grupito de anexionistas, que dicen actuar por el bien de la cultura cubana, estuvieran inspirados por el sano propósito de hacer valer sus propias ideas y reclamando que se cumplan derechos que les han sido negados, no estarían desconociendo, como lo hacen mediante actos deleznables y repugnantes,  el deber constitucional de respetar y proteger los símbolos patrios y de guardar el debido respeto a las autoridades y sus agentes; violaciones que configuran delitos sancionables previstos en las leyes cubanas.

Pero como en la actualidad el gobierno estadounidense, haciendo uso de la prepotencia que lo distingue, y con orgullo imperial exhiben al mundo, ya no ocultan, sus planes intervencionistas contra Cuba o contra cualquier otro país del planeta, nuestros pueblo puede identificar con total certeza que lo que ánima al grupito de San Isidro y a muchos de sus “lideres” es nada más y nada menos que el bien venido Don dinero. Veamos algunos ejemplos de los planes del imperio yanqui que ellos mismos se encargan de hacer público.

En la Ley Helms-Burton, de marzo de 1996, en su sección 3 se establece como uno de sus objetivos: “ayudar al pueblo cubano a recuperar su libertad y prosperidad”,  En sus secciones 109 y 115 se autoriza el financiamiento a la “oposición” organizada por Estados Unidos y a las actividades de inteligencia en Cuba.

El 6 de mayo de 2004, el presidente George W. Bush, después de la reunión con la Comisión para la Asistencia a una Cuba Libre declaró que le encargó: “(…) identificar medios adicionales para poner fin rápidamente al régimen cubano. (…) no estaban esperando simplemente por la caída del gobierno, sino que estaban trabajando ya”[8]

En el Capítulo 1 del Plan Bush, titulado “Aceleración de la transición en Cuba”, se identifican seis tareas interrelacionadas que tienen como componentes principales el desarrollo de la actividad subversiva dentro del territorio nacional; el fortalecimiento de la “oposición” mediante su promoción, entrenamiento y financiamiento. Entre las medidas concretas a realizar se expresa: (…) La piedra angular de nuestra política para acelerar y poner fin al régimen de Castro es fortalecer las políticas de apoyo proactivo a los grupos que respaldamos dentro de Cuba. Proporcionar un total de $59 millones de dólares al Departamento de Estado, USAID y otros organismos pertinentes del gobierno de Estados Unidos para el logro de ese fin.[9]

El 21 de octubre de 2020, Cubadebate publicó un artículo del periodista Randy Alonso, titulado “El multimillonario financiamiento de la industria anticubana en tiempo de Trump”, en el que dice: (…) Desde el 2017 la Agencia para el desarrollo Internacional (USAID) ha invertido casi 50 millones de dólares contra Cuba en programas subversivos. Mientras la National Endowment for Democracy (NED) destina para similares propósitos 23 millones de dólares.

No hay que ser experto en matemática para saber que estamos hablando de 70  millones de dólares utilizados, en poco menos de cuatro años, por el gobierno de Estados Unidos, en su intento de destruir la Revolución cubana.

Como podemos observar, dinero para comprar a los Judas que nacieron en Cuba, que no es lo mismo que ser cubano, hay bastante, de lo que se trata es de saber cuántos están dispuestos a seguir enfrentando el peso vigoroso de la justicia y la ira del pueblo, que como es obvio, tiene un límite. En todo caso podrían también  aprender de los que, por diversas razones, decidieron dialogar sin chantajes de ninguna naturaleza y en nombre de ellos mismos, con las autoridades del Ministerio de Cultura: todos aprendemos y todos resolvemos lo que solo entre cubanos debemos  y podemos resolver.

Y el proceso de aprendizaje al que todos debemos someternos permanentemente, es bueno hacerlo desde la historia y desde el pensamiento de Fidel Castro, para no cometer errores que pueden costarle muy caro al país.

La experiencia de más de sesenta años de Revolución nos demuestra que por muchas que sean las verdades, necesidades, exigencias y derechos para reclamar por la atención y solución de los asuntos de cada cual, nadie puede ignorar el genocida bloqueo a que está sometido el pueblo cubano y sus nefastas consecuencias en la economía del país y en la calidad de vida de cada familia, agravadas criminalmente durante la pandemia de la Covid-19.Tampoco pueden ignorar que durante más de 215 años el imperialismo norteamericano no ha cejado en su empeño de apoderarse de Cuba. Por tanto, todo lo que hagamos en el interés personal o colectivo, debe tener en cuenta esa situación, que significa tener en cuenta los intereses sagrados de la patria.

En su discurso conocido como “Palabras a los intelectuales” (Junio de 1961), Fidel expresó: (…) La Revolución…debe actuar de manera que todo ese sector de artistas y de intelectuales que no sean genuinamente revolucionarios, encuentre dentro de la Revolución un campo donde trabajar y crear y que su espíritu creador, aun cuando no sean escritores o artistas revolucionarios, tenga oportunidad y libertad para expresarse, dentro de la Revolución. Esto significa que dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución nada, porque la Revolución tiene también sus derechos y el primer derecho de la Revolución es el derecho a existir y frente al derecho de la Revolución de ser y existir, nadie.[10]

Estas palabras, devenidas en pauta de la política cultural de la Revolución, permite entender, sin asombro alguno, el resultado obtenido en la reunión entre los principales dirigentes del Ministerio de Cultura, la Unión de periodistas de Cuba, y de la Asociación Hermanos Saiz con un grupo de jóvenes artistas, escritores e intelectuales; y demuestra que solamente cuando todos actuamos ajustados a esos principios es que podremos hoy y siempre resolver nuestras diferencias, hacer valer ideas y razones, y de aportar la sensibilidad espiritual y creativa de cada uno al hermoso proyecto de construir la sociedad más humana, culta y justa de toda la historia  de Cuba.

Otro elemento que resalta en estos acontecimientos es la participación de jóvenes reclutados por los terroristas de Miami, a los que por muy pocas monedas utilizan con el doble propósito de desestabilizar el país para facilitar una intervención armada y de sembrar la idea, ante la opinión pública mundial, de la existencia de una ruptura de la juventud cubana con la Revolución, pues como reitera permanentemente la propaganda diversionista del imperio yanqui, para ellos ya no hay futuro en su patria.

Una vez más, consecuencia de su ignorancia sempiterna de la historia de la Revolución y de su cavernícola posición de subestimar el espíritu revolucionario y los valores patrióticos de la juventud cubana, se vuelven a equivocar. El estar refugiados en el  odio que nos tienen por habernos liberado de su esclavitud, no les permite ver lo obvio: esta Revolución fue hecha por jóvenes, defendida desde 1959 por jóvenes y edificada y perfeccionada día a día por jóvenes; y nadie como Fidel para demostrar la confianza que tiene la Revolución  en la juventud y definir el papel que juegan en el socialismo.

(…) ¿Y qué Juventud queremos? ¿Queremos, acaso, una juventud que simplemente se concrete a oír y a repetir? ¡No! Queremos una juventud que piense. ¿Una juventud, acaso, que sea revolucionaria por imitarnos a nosotros? ¡No! Sino una juventud que aprenda por sí misma a ser revolucionaria, una juventud que se convenza a sí misma, una juventud que desarrolle plenamente su pensamiento.[11]

(…) La nueva generación está llamada a rectificar y cambiar sin vacilación todo lo deba ser rectificado y cambiado, y seguir demostrando que el socialismo es también el arte de realizar lo imposible: construir y llevar a cabo la revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes, y defenderla durante medio siglo de la más poderosa potencia que jamás existió.[12]

Muchas son las experiencias y enseñanzas que ya podemos obtener de esta batalla, no concluida, que el pueblo cubano, sus organizaciones e instituciones  están librando en estos días, en el campo de las ideas y la ideología en defensa del  socialismo cubano. En razón a la urgencia del momento, nos detendremos a señalar unas pocas.

  • Confirmación de lo expresado por Fidel el 28 de septiembre de 1960 al fundar los Comités de Defensa de la Revolución (CDR): (…) hay que tener en cuenta que el imperialismo no descansará en sus esfuerzos por tratar de destruir la Revolución, por tratar de crearnos obstáculos en nuestro camino, por tratar de impedir el progreso y el desarrollo de nuestra patria.[13]

*Jorge Lezcano, exdirigente del Partido Comunista de Cuba, excoodinador nacional de los Comites de Defensa de la Revolucion y exembajador de Cuba en Brasil, sobre las campañas anticubanas que promueve el gobierno norteamericano.

 

  • En los días que le quedan al presidente Donald Trump al mando del imperio, aún puede, como lo ha demostrado durante cuatro años, ordenar peligrosas acciones contra Cuba, por lo que hay que estar preparados para enfrentarlas, no solo en el sector de la cultura sino en cualquier otro

 

  • Necesidad de informar de manera sistemática y con inmediatez al pueblo y a sus organizaciones de los planes y acciones del enemigo imperialista y sus mercenarios nacidos en Cuba.

 

  • Tomar conciencia que la nuestra es una obra de gigantes, construida por hombres libres y por voluntad propia, en la que todo cubano tiene derecho a participar o no hacerlo, pero nadie tiene el derecho de obstaculizarla.

 

  • Los que, por dinero o por ideas propias, promueven las banderas anexionistas del pasado deben recordar que hace más de cien años ya fueron derrotadas por José Martí y los mambises cubanos.

 

  • La urgencia de fortalecer y desarrollar el arma que le da fuerza a la Revolución y la hace invencible: la unidad del pueblo. Unidad que se construye cada día informando y consultando al pueblo, haciéndolo participar activamente en cada decisión estratégica que se adopta; unidad a la que se llega mediante el debate y análisis colectivo sobre los asuntos de la nación. “Unidad de pensamiento que de ningún modo quiere decir la sumisión de opinión”.

 

  • La necesidad de estudiar sistemáticamente el pensamiento y métodos de dirección de Fidel para encontrar respuestas a los problemas que enfrentamos; aprender como él a “escuchar a los demás y a tomar en cuenta sus puntos de vista”[14]
  • La gran enseñanza de no permitir que nos aparten del objetivo central de hacer cumplir la estrategia económica emprendida y de controlar la pandemia de la Covid-19, a la par combatir las agresiones del golpe blando y de librar el combate sin cuartel para erradicar nuestras deficiencias, las manifestaciones burocráticas que obstaculizan el vínculo directo entre el que gobierna y el pueblo, impiden la iniciativa  y el espíritu creador de las masas y entorpecen la labor productiva de los trabajadores.

 

  • Mientras los mercenarios continúen blandiendo el hacha del anexionismo el pueblo no puede desmovilizarse, tiene que estar en la calle defendiendo la libertad, la soberanía y la independencia de Cuba.

 

  • Por mucho que sea el poder de desinformación de los medios de difusión imperialista para convertir una mentira en verdad, el pueblo cubano no se dejará engañar. Cuando desaparezca la cortina de humo diversionista que trajeron los vientos del norte, lo único que quedará bien claro es que, de lo que se trata es que vienen por el socialismo.

El peligroso y complejo momento que está enfrentando nuestro país es el más apropiado para que nuestro pueblo reafirme lo expresado por Fidel en su Reflexión del 17 de junio de 2007  (…) Un hombre puede ser comprado, nunca un pueblo. (…) no tendrán jamás a Cuba.

 

Diciembre de 2020

[1] Martí Pérez, José. La Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América. La Revista Ilustrada. Nueva York, mayo de 1891. Obras Completas. T 6, p. 158. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975.

[2]Foner, Philip S. Historia de Cuba y sus relaciones con Estados Unidos, Tomo 1, p.134. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, Cuba, 1973

[3] Foner, Philip S. Historia de Cuba y sus relaciones con Estados Unidos, Tomo 2, p.33. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, Cuba, 1973

[4] Ibídem

[5] Ibídem, p.39

[6] Publicado en el sitio: las verdadesdemiguel, en junio de 1918.

[7] La Revolución Cubana. 1953-1980. Selección de Lecturas 2. Editorial Félix Varela, La Habana Cuba, p. 360

[8] Asamblea Nacional del Poder Popular. Un documento nada serio que hay que tomar muy en serio. Plan Bush para Cuba. Editora Política/La Habana, Cuba, 2004, p.19

[9] Ibídem. págs 20 y 22

[10] Castro Ruz, Fidel. Palabras a los intelectuales. Departamento de Ediciones de la Biblioteca Nacional “José Martí”, La Habana, Cuba, abril  de 1991. Págs 12 y 13

[11] Creach Corrales, Pedro. Fidel Castro Ruz. Pensamientos. P.110. Editado por La gráfica en La Comunidad, abril de 2017

[12] Castro Ruz, Fidel. Reflexiones. Tomo 5. Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, 2011. P. 283.

[13] Discursos de Fidel  en aniversarios y eventos de los Comités de Defensa de la Revolución. Editorial Orbe. Ciudad de La Habana, 1977. P. 18

[14]Betto, Frey.  Fidel y la Religión. Conversaciones con Frey Betto, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, Cuba, 1985, p.19

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